“Si hay algo en el aire
Si hay algo en el viento
Si hay algo en los árboles y arbustos
que pudiera ser pronunciado
y alguna vez escuchado por los animales,
permite que ese Conocimiento Sagrado
pueda retornar a nosotros de nuevo.”
Atharva-Veda
Cuando pienso en las causas raiz de lo que nos ha llevado a estas crisis sistémicas que experimentamos, una y otra vez aparece la profunda desvinculación entre ser humano y naturaleza.
El lenguaje de muchos de nuestros ancestros no contenía la palabra naturaleza, porque no necesitaban una palabra para describirse a sí mismos.
En otras palabras, hubo un momento en que nuestra identificación con la naturaleza fue profunda y evidente. Y hubo otro momento en que nos comenzamos a desvincular de ella, también profunda y evidentemente, momento en el cual desde varias perspectivas, comenzamos a necesitar construir y buscar significado de muchos fenómenos, entre otros, de la vida y la muerte.
La naturaleza tiene características que han permitido la co-evolución de cientos de millones de especies en nuestro ecosistema mayor que llamamos Tierra, entre ellas la especie humana, como parte de una trama de vida en red dentro de redes… dentro de redes. Sin embargo esta historia, así como su fundamento, comienza hace varios miles de millones de años.
¿Cuál es la naturaleza de la naturaleza?
La naturaleza de la naturaleza es creativa. El origen del universo tiene un patrón que comienza con una alta concentración y liberación de energía como lo fue la explosión primigenia, creando el tiempo, el espacio y las condiciones básicas para la evolución de un universo. La explosión original duró un millón de años, seguido de unos mil millones de años de quietud y oscuridad para continuar con un nuevo nivel de transfiguración de nuevas manifestaciones. Así se fueron multiplicando las galaxias y nuevas estrellas que contenían en su interior toda la creatividad para multiplicar también la esencia química que permitió, en patrones sucesivos como el que describo, la creación de sistemas solares y planetas como el nuestro.
Este patrón de concentración, quietud, transfiguración y nuevo nivel de complejidad manifestada es quizás el patrón más antiguo y sustancial en el universo, en la Tierra, en la naturaleza y en el ser humano. Si observamos con detención, este patrón de la creatividad puede asociarse a muchos descubrimientos o entendimientos profundos que adquirimos, es la misma creatividad de la transfiguración del universo, de la formación de las galaxias y estrellas, es la misma creatividad que diferencia las estaciones del año y que genera la influencia lunar en la Tierra, es la misma creatividad de la emergencia de muchos fenómenos de la naturaleza y de la vida creadas con novedad perpetua.
La naturaleza de la naturaleza se caracteriza en su orden por diferenciación, en su estructura por autopoiesis y en su organización por comunión. La diferenciación responde al significado de conceptos como diversidad, complejidad, variación, disparidad, naturaleza multiforme, heterogeneidad, articulación, según lo expresan gentilmente Brian Swimme y Thomas Berry en el libro La Historia del Universo. También caracterizan la autopoiesis como automanifestación, subjetividad, sensibilidad, autoorganización, centros de experiencia dinámica, presencia, identidad, principio interior del ser, voz, interioridad; y caracterizan la comunión como interrelación, interdependencia, afinidad, mutualidad, reciprocidad, complementariedad, interconectividad, afiliación, apuntando todas a las dinámicas de evolución cósmica. Estas tres características asociadas al principio de evolución del universo, pueden ser, por coevolución, asociadas a la naturaleza de la naturaleza.
El sol, una estrella de tercera generación, fue capaz de administrar los procesos de transfiguración y creatividad del universo, generando las condiciones para que ámbitos como la complejidad anidada, la autocreación y la reciprocidad profunda pudieran emerger en la forma de un mundo natural. Así fue integrando y trascendiendo de muchas maneras lo que la evolución cósmica había estado fabricando durante unos diez mil millones de años. Estos tres grupos de características de la naturaleza de la naturaleza se asocian a automanifestación, diversidad e interconexión, tres grandes condiciones, perspectivas y expresiones que conservan la vida.
Al ser la naturaleza de la naturaleza creativa como esencia primordial, seguiré caracterizando la naturaleza de la naturaleza desde esta capacidad creativa.
La naturaleza de la naturaleza crea luz (y por tanto oscuridad), sonido y geometría. La luz es una de las manifestaciones más sorprendentes del proceso cosmogénico que va dejando porciones del universo con el fuego tridimensional al centro, alrededor del cual subyace la geometría que da cuerpo al permanente deambular de las constelaciones por el firmamento. La geometría en movimiento perpetúa el sonido del universo plasmado en cada nota que producen y mantienen los cuerpos celestes en su rotación, traslación y desplazamiento. Esta tríada de luz, sonido y geometría genera posiblemente el paradigma de la creatividad cósmica que fractalmente se repite en todos los niveles de escala, desde las grandes galaxias a las manifestaciones más diminutas de especies terrestres.
La naturaleza de la naturaleza crea lenguajes de patrones y procesos. Desde una perspectiva se manifiesta a través de patrones de organización desarrollando comunidades y redes de relaciones como estructura fundamental. Así mismo la naturaleza de la naturaleza crea su propio lenguaje de procesos químicos autoregulados de neuropeptidas que generan comunicación a través de los fluidos, del suelo y del aire, construyendo probablemente el lenguaje más antiguo de la Tierra. La naturaleza de la naturaleza crea procesos cíclicos donde la retroalimentación en tiempo real es central en el devenir del proceso mismo.
La naturaleza de la naturaleza crea condiciones que conducen a la vida. Ciertamente esta frase de la naturalista Janine Benyus: “la vida crea condiciones que conducen a la vida” es central al reflexionar acerca de naturaleza de la naturaleza; refuerza la condición espiral de la vida, su característica autopoiética y una circularidad con los procesos de cognición. La creación de condiciones aptas para que se genere y se regenere la vida, para que se conduzca hacia la vida, implica complejos procesos biofísico-químicos que están en la base de la actividad celular. La característica esencial de la vida es el metabolismo, el flujo y la transformación incesantes de energía, materia e información a través de una red de redes de procesos dinámicamente interconectada. Crear las condiciones que conducen a la vida es sumergirse en el misterio mismo de la creatividad, en lo contextual e intercontextual, en lo subjetivo e intersubjetivo… en la magia de la creación y de la co creación… en la maravilla de la evolución y la co evolución.
La naturaleza de la naturaleza crea condiciones para conocer y para cambios en el conocer que es aprender. Esto representa una circularidad entre la vida y la cognición. Uno de los regalos de la Teoría de Cognición de Santiago, desarrollada por Humberto Maturana y Francisco Varela en los 70s, fue la íntima relación entre la vida y los procesos de cognición, es decir el proceso de conocer y el proceso de la vida: “cognición es la actividad involucrada en los procesos de autogeneración y autoperpetuación de la redes vivas”, como lo explica Fritjof Capra en su libro The Systems View of Life (junto a Pierre Luigi Luisi), a proósito de los descubrimientos de Maturana y Varela. Todo sistema vivo, aún en sus versiones más primitivas como los seres monocelulares, tienen la capacidad de conocer. Años más tarde, Francisco Varela, en sus investigaciones en neurociencias y lo que él llamaba neurofenomenología, incorporó en la temática de la cognición, los cambios en el conocer que es el aprender. Es decir, el aprendizaje es clave para el desarrollo de la vida y la vida es clave para poder acceder al aprendizaje… y la naturaleza de la naturaleza pareciera poder crear las condiciones para que este fenómeno ocurra una y otra vez acumulando procesos cognitivos que van construyendo a lo largo del tiempo lo que podríamos llamar sabiduría natural o sabiduría cíclica.
La naturaleza de la naturaleza crea intercambio permanente de materia y energía, de conocimiento y vida, de sabiduría natural. El intercambio representa el movimiento perpetuo, la permanencia de lo impermanente, un patrón de transformación y despliegue contínuo del potencial emergente.
La naturaleza de la naturaleza crea innovación perpetua en términos de evolución, exaptación y adaptación. El creativo despliegue de la naturaleza, en formas de complejidad integrada en aumento, va generando evolución y -más allá de las mutaciones aleatorias y la selección natural- va integrando y trascendiendo estados anteriores de evolución. Y a veces exaptando funciones básicas para abrirse a nuevos propósitos de las funciones que explican lo que los registros fósiles no pueden explicar: saltos en liberación de novedad perpetua y de capacidad adaptativa luego de esa exaptación, creando una asombrosa diversidad de ritmos evolutivo/exaptativos.
La naturaleza de la naturaleza crea ritmos. Una de las características más sorprendentes de la naturaleza de la naturaleza tiene que ver con la percepción de los ritmos. Los ritmos están en la base misma de la creatividad, liberándose en función de la transfiguración intrínseca de la naturaleza, manifestándose en diversidad y diversificación en los múltiples niveles de escala de la realidad natural. Podemos observar las dinámicas rítmicas desde el ciclo inicial de la primera explosión singular del universo hasta el último ciclo lunar que rige las mareas de la Tierra, desde el proceso rítmico que tomó la creación de nuestro sol hasta el ritmo cardiaco que desató tu corazón la última vez que te sorprendiste. Cada proceso tiene un ritmo, cada ritual requiere su propio tiempo en este tejido interrelacionado en el gran entramado continuo del tiempo-espacio. Aquello que en la naturaleza consideramos muerto, como las montañas o la arena, son en realidad manifestaciones de ritmos cuyos ciclos aún no entendemos y que sin embargo son vitales para la conservación y evolución de lo que llamamos vivo.
La naturaleza de la naturaleza crea jerarquías anidadas. La naturaleza de la naturaleza se estructura en redes dentro de redes, lo que asegura estadios de coherencia con jerarquías intrínsecas. Esto significa que cada estadio contiene una jerarquía la cual está contenida en otra jerarquía hacia el estadio superior. Cada estadio es en consecuencia un todo y al mismo tiempo parte del estadio siguiente, desarrollando jerarquías anidadas.
La naturaleza de la naturaleza crea sobreabundancia. La naturaleza presenta una especie de estado de preñez la cual se va manifestando permanentemente en su capacidad de autocreación y de transformación de potencial en diversidad y multiplicidad. Esta metáfora representa un estado de potencial tan lleno que es más que abundante. Una semilla es capaz de transformar su potencial ayudado por los ciclos que sostienen la vida compleja sobre la Tierra en miles de semillas. El estado de preñez de la naturaleza de la naturaleza recuerda esa sensación de desarrollo permanente del embarazo, el cual cuando alcanza su siguiente tamaño, permite al mismo tiempo un potencial aumento respecto del estado anterior hasta que alcanza su máximo potencial adyacente posible y explota en vida, lo que permite un nuevo potencial de sobreabundancia.
La naturaleza de la naturaleza crea integración y trascendencia o dilusión de su estado anterior estableciendo novedad perpetua. La creación de integración del estado inmediatamente anterior y la posibilidad de trascender ese estado si las condiciones lo permiten o diluir ese estado si las condiciones se dan, generando igualmente un nuevo estado, es parte del azar coevolutivo. No se puede volver al estado anterior y la repetición de un fenómeno es considerado un accidente cuando hablamos de la naturaleza de la naturaleza. La naturaleza de la naturaleza crea novedad perpetua momento tras momento, libera nuevas experiencias en su propio camino de autoconciencia, toma riesgos creando nuevas y más complejas manifestaciones de inteligencia y consciencia integrada. Esto produce lo que podríamos llamar la fenomenología de la perpetua novedad, la que ocurre solo en el presente. No puedo dejar de ver la espiritualidad que subyace al maravillarse frente al fenómeno del aparecer, como una sutil celebración constante de la vida y del estar vivo, ya que solo la vida puede conocer la vida… y eso ocurre solo en el momento presente, en el aparecer.
La naturaleza de la naturaleza crea presencia y perpetuidad o eternidad. Está ocurriendo permanentemente participando en cada momento emergente, momento tras momento. Esto significa que toda la atención de la naturaleza de la naturaleza se experiencia en el momento presente, en el aparecer permanente y perpetuo de cada momento, como la eternidad en el flujo del tiempo.
La naturaleza de la naturaleza crea eficiencia, colaboración y cooperación en el uso de recursos de materia y energía desde una mente o proceso permanente en su tendencia a la diversificación y adaptación que se produce en cada nicho ecológico. La naturaleza de la naturaleza no crea excedentes ni gasta energía de más. Lo que significamos como excedente es en realidad alimento de otros y sucesivos ciclos. Dos principios que acompañan a la eficiencia son la colaboración y la cooperación, las cuales no están exentas de muerte en su experiencia de reciprocidad, mutualidad y florecimiento. La muerte es parte de la paradoja del ciclo de la vida. Trascendencia y dilusión coexisten en el mundo natural como un patrón que representa múltiples polaridades. La naturaleza de la naturaleza emerge desde lo local, desde lo único que se experimenta en cada contexto específico. Solo desde ahí puede florecer en comunidades conectadas e interconectadas en múltiples niveles de escala y en múltiples niveles de relaciones en su viaje hacia la salud, regeneración y dignidad ecosistémicas. Podemos llamar a esto el ethos de la naturaleza de la naturaleza.
La naturaleza de la naturaleza crea intersubjetividad y por lo tanto tiende a la empatía. La naturaleza de la naturaleza inter-es, no experimenta algo separado de otra cosa… reconoce la profunda interconexión e interdependencia de todos los fenómenos y simplemente es. La intersubjetividad representa entre otras cosas por descubrir, a lo invisible, a lo intercontextual que aún no sabemos explicar muy bien, a todo eso que no es nodo, sino que es internodal que completa la unidad de todo, a lo que Nora Bateson llama “Warm Data” definido como información transcontextual sobre las interrelaciones que integran un sistema complejo. La percepción de separación es una ilusión.
La naturaleza de la naturaleza toma riesgos. La naturaleza de la naturaleza en su experiencia infinita y su viaje paradigmático camino a la autoconciencia ha tomado un riesgo liberando a la especie humana en un nicho ecológico que hoy alcanza al planeta en su totalidad.
Somos una manifestación de la naturaleza teniendo una experiencia humana. Por miles de millones de años el universo ha ido co evolucionando hasta llegar a esta versión de la naturaleza con conciencia, con pulgares oponibles, con cerebros altamente desarrollados, con capacidad de amar, de empatizar, de emocionar. Co evolucionamos con todas estas características de la naturaleza de la naturaleza.
La especie humana no es dueña de la naturaleza sino solo un eslabón más en miles de millones de años de experimentación, de creatividad, entre múltiples especies que permiten la vida y sostienen la existencia humana.
¿Cómo sería el mundo si reflexionáramos acerca de lo que es ser naturaleza teniendo una experiencia humana y actuáramos en consecuencia?
Quizás algún día dejemos de referirnos a la naturaleza, al medio ambiente, al planeta, al universo, como algo que está afuera nuestro, sino como parte de una experiencia inseparable, interdependiente, intercontextual, como parte de un viaje común ancestral y eterno de creatividad infinita, de amor incondicional y de dignidad profunda que vale la pena perpetuar en la forma que adopte.
Quizás algún día, las futuras generaciones puedan mirar hacia atrás y decir que esta generación logró identificarse con la naturaleza de la naturaleza de lo que realmente somos… a tiempo.